¿QUIÉN DUERME A MI LADO?
“A nuestro lado duerme
otro que es estrictamente idéntico a
nosotros para la vida; comprender que lo calienta el mismo sol y lo refresca la
misma lluvia, es comprender que el pleno respeto del otro y hacia el otro se
plasma cuando nos hacemos conscientes de esta realidad”
(Joan Garriga )
Dedicarme
de manera profesional en el
acompañamiento de parejas y familias que pasan por crisis y que la
mayoría acaban en ruptura, me hace preguntarme e investigar cada vez más, sobre
las relaciones de pareja.
Acabo
de volver de Berlín, una escapada que he hecho con mi compañero y padre mis
hijos. Este viaje en soledad conmigo misma y en soledad con mi pareja me ha
llevado a varias conclusiones que ya hacia tiempo estaba meditando.
Lo
primero recomendar este tipo de prácticas para reencontrarse de nuevo con la
persona que se convirtió en padre o madre y que desde entonces, casi
desapareció como amante.
En
mi caso particular, nos ha venido muy bien, hemos hablado mucho, hemos paseado,
hemos dejado pasar el tiempo sin prisas, sin horarios, sin cambios de pañales y
coladas…
Y
es que, a mi modo de ver, y por las experiencias de otras parejas que escucho
cada día, me parece fundamental cuidar estos espacios, dedicarle durante unos
días al año (quien pueda más mejor) todas las horas del reloj y encontrarse de
nuevo con las mariposas que nos trasladan al principio de cada historia de
amor y elección.
La
pareja es la gran desconocida, a mi modo de ver. Se dan por hecho muchas cosas
y cuando vives cada día, cada minuto la cosa se complica.
Y
es que nos empeñamos en seguir unas pautas, hacer lo que han hecho los demás y
seguir adelante.
En
ocasiones, incluso nos comprometemos para toda la vida!
Esto
es algo que nunca he podido entender del todo pues las personas cambiamos,
evolucionamos y no somos ni la sombra de lo que fuimos ayer.
Por
otro lado, están las expectativas que deposito en la pareja, en el modelo de familia, en el futuro…incierto y
misterioso, he de decir.
Me
parece transformadora una frase del mismo autor que encabeza el post;
“Nadie tiene el poder de hacernos
infelices, ni tampoco de hacernos felices, porque la felicidad es un estado
interior que no depende más que del grado de armonía de cada uno con el latido
de la vida”
Y
estoy absolutamente convencida. Cuando he sido consciente de que la felicidad
está dentro de mí y que nadie puede cambiar este estado, sino que el poder lo tengo yo,
todo cambia radicalmente.
Nos
puede ir mejor o peor en nuestras relaciones, pero no debemos darle tanto poder
ni depositar tantas expectativas, pues es más favorable ocuparme de cómo ando
yo por dentro, para después compartirlo o no con el resto del mundo.
La
pareja es una parte de nuestra vida, pero hay muchas más cosas de las que nos
debemos ocupar…buscar qué es lo que nos apasiona y darle forma para que nuestra
vida profesional sea plena, cuidar aquellos espacios protegidos que nos llenan
de energía y nos ayudan a mirar con luz y esperanza.
Nuestros
padres y hermanos, nuestros hijos, agradecer a la vida formar parte de ella y
seguir perpetuándola en el tiempo.
Las
aficiones de cada uno, el deporte, la vida social en pareja y sin ella.
Nuestra red social es fundamental para seguir
creciendo y descubriendo nuevas formas de ser y hacer.
En
definitiva, es importante vivir en pareja y si hay sintonía puedo asegurar que
es fenomenal pero somos mucho más!
Ser
conscientes de que las personas evolucionamos y cambiamos y que el amor puede
durar o no es un trabajo personal muy recomendable.
Cuando seamos conscientes de que iniciamos
relaciones que pueden llegar a su fin y seamos capaces de agradecer lo mejor
que nos aportó, estaremos preparados para gestionar procesos de ruptura bajo el
respeto, la responsabilidad y la confianza.
Las
relaciones de pareja pueden terminar porque las emociones no se pueden forzar,
sentimos o no sentimos…es simple y también un riesgo.
Cuando
la pareja tiene descendencia no se puede separar jamás, siempre permanecerá
unida de una u otra manera porque la familia continúa a pesar del desencuentro.
El
divorcio, lo que entendemos actualmente por divorcio, está en proceso de
cambio, primero porque es una realidad cada vez más habitual y segundo porque hay que empezar a entenderlo,
indagar en el fondo y aceptarlo como parte de la vida, sin resignación ni odio
sino con gratitud y como oportunidad.
Termino
con el mismo autor con el que empecé:
“El gran reto para todos consiste en
aprender a amar lo imperfecto de la vida, de nosotros y de los demás, y
volvernos compasivos. Cuando esto es posible, ponemos nuestros errores al
servicio de la vida y de un camino feliz, sea en pareja o no”.
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